martes, 18 de mayo de 2010

SOLERA (1970 - 1973)


Solera

En Madrid, hacia el año 1972, un dúo llamado José y Manuel formado por los hermanos José Antonio Martín y Manolo Martín, que ya había grabado algún disco, fundamentalmente de música folk, se une a otros dos excelentes músicos, Rodrigo García, que había tocado la guitarra en el grupo colombiano Los Speakers y en Los Pekenikes, y José María Guzmán, reconocido bajista de estudio, para formar el grupo Solera.

Curtidos también como músicos de sesión, eran buenos instrumentistas, tenían muy buenas voces y los cuatro eran, además, buenos compositores.

No era una buena época para los grupos de pop, menos aún si cantaban en castellano, en un panorama dominado por entonces por la psicodelia y el jazz-rock, los dinosaurios del rock progresivo y los cantautores de temática política y comprometida. Sin embargo, Solera se las arregó para componer e interpretar sensacionales canciones de pop al estilo de la música que se cocía en la Costa Oeste americana, con grupos como Left Banque, Keith, The Association o los mismos Byrds, o cercanas al pop melódico y barroco de Honeybus, con la calidez de aquel disco en solitario de Pete Dello, Crosby Stills & Nash, Bob Dylan o los Beatles del “Rubber Soul” (Pharlopone, 1965).


Todas estas influencias se manifiestan en su música, caracterizada por el cuidado y el buen gusto de las armonías vocales, el sonido más bien acústico y folk, y claro está, el "toque Trabucchelli” en la orquestación, que envuelve las canciones perfectamente sin ahogarlas. Y es que el único disco que grabarían, editado por Hispavox, iría producido de la mano de Rafael Trabucchelli, creador del sonido conocido como “Torrelaguna” (por el lugar dónde estaban los estudios) o “Trabucchelli” en sus producciones para grupos como Los Ángeles, los Módulos o Los Gritos.

Publicado el 9 de abril de 1973, "Solera" (Hispavox, 1973) es una auténtica maravilla que lograría, si no un gran éxito, sí una cierta repercusión, con canciones como “Calles del viejo París” o “Linda prima”.


Abre el disco "Noche tras noche", canción que reúne una melodía irresistible, coros sublimes, y un Guzmán cantando como los ángeles. Por cierto, esta canción ha sido recientemente "destrozada" por Dover. Le sigue "Una singular debilidad", con una espléndida y visionaria letra de Rodrigo, y una melodía no menos afortunada de los hermanos Martín. "Linda prima" fue, quizá, la que más sonó, con un Rodrigo escribiendo y cantando, una vez más, de manera sublime. "La tempestad" y "Tierra mojada" son de los hermanos Martín, una vez más con unas melodías irresistibles, demasiado bonitas quizá para un un público obnubilado por los solos de 15´ de cualquier pajero progresivo. En "El discípulo de Merlín", una vez más Rodrigo y Guzmán dan en la diana de las melodías inolvidables, y una letra que se anticipa al "drogas, sexo y rock and roll" con un " música, mujeres y vino".

"Volverás" es otra enorme canción de Rodrigo, donde demuestra una vez más quien ha sido y es el mejor letrista, junto a Vainica doble, del panorama pop español. "Calles del viejo París" fue otro de los temas que más sonó, una de las canciones más bonitas y emocionantes que se han escrito. "Juan" nos recuerda la importancia de John Lennon en las composiciones de Guzmán, con una preciosa letra de Rodrigo y unos acertados arreglos orquestales. Termina el disco con "Agua de coco y ron", que sería la canción que Crosby, Stills and Nash compondrían en una hipotética jam con los Beatles, pero mejorando a ambos, y "El tiempo perdido", otra maravilla de Guzmán.

En resumen, un disco imprescindible en cualquier discoteca pop que se precie.




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